Amigos de la Tierra Internacional
Los movimientos sociales han estado resistiendo el agronegocio y sus pos-verdades durante décadas, y en su lugar han estado promoviendo la soberanía alimentaria.
La soberanía alimentaria, originalmente propuesta por La Vía Campesina, sabe a pueblos sembrando autonomía, solidaridad y justicia social, política, económica, ambiental y de género. Articula sensibilidades y disputa sentidos contra la homogeneidad del agronegocio, resistiendo a su avance concreto en los territorios.
Para Amigos de la Tierra Internacional ser parte de este proyecto es caminar hacia la emancipación de los pueblos. Pero ¿cómo continuar en la construcción de un proyecto de este calibre en un contexto de avance desbocado del fascismo? Es imperativo desterrar el fascismo para cambiar el sistema.
Posverdades
Retomando a Umberto Eco, fascismo es la ideología social, política y cultural racista, xenófoba, misógina, machista, homolesbotransfóbica, irreflexiva, acrítica, simplista, antipacifista, elitista y aporofóbica, antipolítica y antidemocrática, totalitaria, homogeneizadora y practicante de lo que en Europa llaman necropolítica: ellos deciden quién debe morir para sostener su proyecto.
Resistir a los fascismos es un imperativo categórico y una necesidad táctica urgente, que requiere la unidad organizada de los pueblos. Una unidad en la acción que reconozca la diversidad de las luchas y evite las falsas soluciones, en esta era de posverdad.
La posverdad es la ‘distorsión deliberada de una realidad con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales’ para beneficiarse de ello. El agronegocio es un gran generador de posverdades para incrementar su control sobre el sistema agroalimentario global y sus beneficios.
Es innegable que el modelo del agronegocio ha fracasado estrepitosamente, dejando un tendal global de impactos sociales, económicos, ambientales y nutricionales. Esto es reconocido incluso por el director general de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) , la “catedral de la Revolución Verde” como él mismo la llama.
Movimientos anticapitalistas
Ya no sirve la falacia, repetida hasta el hartazgo, de la centralidad del agronegocio para alimentar al mundo. Es necesario aceptar el fracaso del modelo, como hizo el Foro Económico Mundial, para proponer alternativas que profundicen su poder. El informe 2018 de la FAO sobre el estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo es un ejemplo de ello, reconoce la relación entre las crisis climática y alimentaria, pero la “alternativa” que promueve es la agricultura “climáticamente inteligente”: una agricultura sin gente en el campo. El documento no menciona a la agroecología , una alternativa real construida en los territorios con esfuerzo de quienes producen la enorme mayoría de los alimentos que consumimos .
Otro ejemplo es, como señalan Filardi y Prato en la nueva edición del Observatorio del Derecho a la Alimentación y a la Nutrición, que enfrentamos “procesos de desmaterialización, digitalización y financiarización, [que] están cambiando profundamente el carácter del sistema alimentario corporativo (…) provocando el cambio de poder hacia a actores (…) cada vez más distantes de la producción de alimentos” y “alterando la concepción del mercado de alimentos y los hábitos de consumo de alimentos en los centros urbanos y más allá” .
Los movimientos sociales llevan décadas resistiendo al agronegocio y sus posverdades, y promueven la soberanía alimentaria: un proyecto de y para los olvidados de siempre: mujeres y hombres campesinos, indígenas, agricultores familiares, pescadores artesanales, trabajadores rurales y urbanos. Un proyecto anticapitalista y antipatriarcal que transforma las condiciones de vida de las clases populares.
Campesino a campesina
Debemos aprender del ejemplo cubano, que reinventó su producción de alimentos a partir de la crisis del campo socialista y el recrudecimiento del bloqueo inhumano de Estados Unidos, basándose en los saberes y la metodología «de campesino a campesina», con inversión y políticas públicas. Cuba y su campesinado se han transformado en motor de desarrollo de la agroecología, demostrando que este paradigma sí puede alimentar a las masas y generar una vida digna en el campo. Una salida desde y para el pueblo.
Por el contrario, los proyectos fascistas, están al servicio de las élites, desconocen y atacan cualquier forma de organización que defienda los intereses del pueblo que dicen representar, y se expanden con el aval (por apoyo u omisión) de los medios de comunicación dominantes.
Para frenar este avance y transformar nuestras realidades es fundamental fortalecer la convergencia de los pueblos. Ello requiere voluntad política de las organizaciones y recursos y dedicación de compañeros y compañeras para, desde los acuerdos, trabajar matices y divergencias. También, generar herramientas de formación, información y comunicación con soberanía tecnológica y seguridad digital que nos permitan eludir a los medios que diseminan falacias al servicio del sistema.
Frente antifascista
¿No hemos visto venir al fascismo lo suficiente como para reconocerlo? ¿Necesitamos llegar a poner el cuerpo, esa última frontera en la que aprendemos de la adversidad, para resistir el avance del fascismo? Debemos ser muchos más sintonizando esta resistencia. Debemos dar pasos sólidos hacia la unidad, sin olvidar la urgente amenaza que enfrentamos. Quizás una tarea inmediata sea la de construir un Frente Internacional Antifascista, como propone el secretario general de la Confederación Sindical de Trabajadores y Trabajadoras de las Américas (CSA), Víctor Báez.
Muchas voces del campo popular vienen pensando y actuando en esa dirección.
Hagamos del ‘No Pasarán’ una realidad.
Este artículo fue publicado originalmente en Telesur.